Cada vez son más las personas que se conocen a través de redes sociales, apps de ligue o simplemente, dada la influencia de la tecnología en nuestra vida cotidiana, potencian sus vínculos a través de la telefonía móvil e internet. Nuestros hábitos a la hora de conocer gente, encontrar pareja y relacionarnos han cambiado. Se abren nuevas posibilidades en el ámbito erótico y romántico, pero lamentablemente también surgen comportamientos negativos y dañinos en estos nuevos (o no tan nuevos) escenarios.
El ghosting se ha convertido en un fenómeno habitual en las relaciones afectivas y erótico afectivas.
Este término, derivado de la palabra ‘fantasma’ en inglés, alude a aquellas relaciones que terminan de forma abrupta e inesperada, sin un motivo concreto y sin justificación aparente.
Cuando hablamos de ghosting es importante ser realistas. Dejar de contestar a una persona que te molesta, que no respeta tus límites o a la que has tenido que bloquear porque no te dejaba en paz una vez que tú le habías manifestado tus intenciones no es equivalente al ghosting. Hablar de ghosting implica hablar de relaciones donde todo iba bien y de repente, la comunicación cesa, la intensidad desaparece, la intimidad se convierte súbitamente en frialdad… A veces, entre el todo y la nada, hay titubeos. Es decir, un día todo es ‘tan bonito como de costumbre’ y otro, la persona desaparece, evita cualquier atención y muestra una gran indiferencia.
En el ghosting, una persona desaparece, decide no seguir interactuando con la otra y a veces, incluso la borra o la bloquea de redes sociales.
Este acontecimiento puede provocar un cúmulo de sensaciones y estados negativos en la persona que está siendo ‘ghosteada’. La ansiedad, el estado de confusión, el sentimiento de fracaso o las rumiaciones sobre lo ocurrido (‘¿habré hecho algo mal?’, ‘¿me ha estado engañando durante este tiempo?’, ‘¿ha sido real lo que he vivido con esta persona o me he montado una película?’ o ‘¿le habrá pasado algo grave?’) suelen ser reacciones frecuentes cuando sufrimos en primera persona el ghosting.
Las razones que llevan a una persona a hacer ghosting pueden ser muy diferentes.
- Algunas personas que ‘ghostean’ muestran un falso interés en la otra persona. Lo que buscan realmente es sentirse deseadas o aumentar su ego mediante la conquista.
Obviamente querer sentirse deseado ni es un pecado ni es un delito. Sin embargo, el hecho de no ser honesto con la otra persona evidencia un comportamiento poco ético y desconsiderado. En este caso, la persona que desaparece no valora los sentimientos de la otra parte. Acaba por alimentar falsas expectativas y olvida que incluso en las relaciones no tradicionales es fundamental tratarse bien.
- En otras ocasiones puede ocurrir que la persona que ‘ghostea’ sí haya tenido un interés sincero en la relación, pero por algún motivo este interés ha perdido intensidad o ha desaparecido (por ejemplo, puede haber aparecido una persona nueva por la que se sienta más atraída, puede haber retomado una relación anterior o puede haberse dado cuenta que en este momento no puede o no le apetece tener una relación con nadie).
Si bien el interés inicial era sincero y no hay engaño, lo que sí existe es una mala gestión de la situación dado que no se ha hablado con la otra persona sobre que la situación ha cambiado. El desinterés no puede justificar las conductas de evitación o de huida. Para algunas personas puede ser muy cómodo evitar el momento de la ruptura explícita, pues de ese modo sortean las explicaciones y el posible conflicto. Sin embargo, el hecho de desaparecer lo que añade es mucha más tensión a la ruptura.
Si la relación no ha sido importante, el hecho de desaparecer puede no ser tan intenso y desagradable.
Pero esto no justifica que ‘desaparecer’ esté bien o que la persona ‘ghosteada’ no experimente emociones negativas como la culpa, la ira o la tristeza.
Si se trata de una relación donde han existido sentimientos, expectativas, intimidad y planes de futuro (a corto o largo plazo) el hecho de que te ignoren o que esa persona aparezca y desaparezca puede ser muy doloroso. Tener una explicación sobre los cambios puede ser fundamental para que las personas pasen página y reorganicen sus emociones ante la ruptura. Cuando sabes por qué acaba una relación comienza el proceso de asumirlo.
Provocar conscientemente incertidumbre y confusión en la otra persona evidencia poca madurez emocional, además de que aumenta que se den malos entendidos. Por duro que sea dejar a alguien, es mejor manifestar esa decisión que desaparecer y no dar señales de vida.
La pantalla no es un escudo: acabar una relación no es ‘deshacerse de una persona’.
Si las personas no son objetos en la ‘vida real’, tampoco deben recibir ese trato en los entornos digitales.
Si creemos en el buen trato, también es necesario comportarse de forma honesta, respetuosa y responsable cuando decidimos romper una relación poco tradicional, incipiente o de corta duración. Además, comunicar por qué se rompe, es un ejercicio de honestidad con uno mismo. A veces las relaciones acaban sin necesidad de que haya buenos y malos. El manejo ético de los afectos debe ser imprescindible también cuando nos relacionamos afectiva y eróticamente en los entornos digitales. Lo razonable (y en especial si se trata de dos adultos) es expresarle al otro que el vínculo se ha roto y que la relación ha acabado