El miedo al compromiso conlleva un temor a desarrollar y mantener una relación de pareja a largo plazo. No hay un patrón claro. Algunas personas se muestran incapaces de comprometerse, aunque su deseo es tener una relación de pareja estable. El miedo les lleva a encadenar relaciones, a crear vínculos superficiales y pasajeros. Otras personas, en cambio, pueden vivir incluso una relación satisfactoria y, en cambio, experimentar ese temor a comprometerse. Ese miedo a menudo genera un gran malestar en una persona: ansiedad, frustración, arrepentimiento, estrés, tristeza…
Cuando el miedo aparece, surgen también las dudas y ante ellas, la persona comienza a buscar ‘errores’ en la relación y ‘fallos’ en la pareja. Quizá ni existan ni unos ni otros, al menos, no para justificar el fin de una relación. La cuestión aquí es que ese ‘examen’ permite a la persona mitigar su malestar, pues cree que lo que motiva la ruptura no son sus propias limitaciones sino que no sea la ‘pareja perfecta’ (obviamente, la pareja perfecta no existe, al menos que vivas en un cuento de Disney o en una absurda película romántica).
El miedo al compromiso puede responder a diversos motivos:
- El recuerdo de situaciones desagradables anteriores. Ej: vivir con ansiedad el vínculo afectivo porque anteriormente, en otra relación, le fueron infiel. Aquí no se valora que la pareja de antes y la pareja de ahora son distintas personas, con distintas habilidades, estrategias, formas de comunicarse, nivel de compromiso…
- El estilo de apego. Un apego inseguro o ansioso puede motivar la huida ante una relación estable o sabotear la posibilidad de la misma…
- Individualismo y poca madurez emocional. Las relaciones sanas necesitan de responsabilidad afectiva y de inteligencia emocional. No todas las personas han aprendido estos recursos a lo largo de su biografía y cuando establecen relaciones, estas carencias comienzan a ser evidentes. Además, en esa falta de madurez emocional, a menudo confunden la interdependencia propia de una relación sana con la pérdida de independencia y la codependencia.
- La incertidumbre sobre el futuro. Es inevitable sentir miedo ante lo desconocido. El conflicto está en cómo lo gestionamos. ¿Tiene esa persona estrategias para hacer frente a lo desconocido (¡y no me refiero a una bola de cristal!)? ¿Qué le funciona, en términos generales, cuando aparece la preocupación? ¿Le resulta liberador hablar sobre esa incertidumbre con otra persona? Partiendo de este planteamiento, el propósito debe concentrarse en aquello que sí se puede controlar. La incertidumbre sobre el futuro está relacionada directamente con los condicionales: ¿y si la relación fracasa? ¿y si me despiden del trabajo? ¿y si me es infiel? ¿y si no puedo darle lo que ella necesita? En muchas ocasiones, con el objetivo de disminuir así nuestra ansiedad, hacemos de la preocupación una excusa. ¿A qué me estoy refiriendo? Por ejemplo, pasamos mucho tiempo dándole vueltas a una decisión y lo hacemos no tanto porque estemos en búsqueda de la mejor opción sino para mantenernos en ese estado, en la inacción. Nos convencemos de que es mejor no precipitarnos, de que es una decisión muy difícil y necesitamos más tiempo… Sin embargo, esto no hará que nos sintamos mejor. El resultado no será satisfactorio: nos sentiremos estancados, aparecerán más miedos e inseguridades y aumentará la ansiedad(ej: “el tiempo va pasando y no le comunico mi decisión, al final me costará una discusión con ella”, “el hecho de no resolver esto seguro que le provoca mucho malestar, no puedo verla así..”, “me siento muy inútil al no saber qué hacer”, “el hecho de no tener las cosas claras me está afectando en otros ámbitos de mi vida”). Otras veces, usamos la preocupación por el futuro para reaccionar sin reflexionar. ¡El botón del pánico! Vuelve a aflorar aquí el autoengaño: creemos que en la reacción, hay decisión, pero cuando reaccionamos no consideramos alternativas, no verificamos pros y contras. Actuamos simplemente como un animal asustado, evaluamos la situación a la que nos enfrentamos como un trámite y no nos implicamos emocionalmente en las consecuencias que pueda tener un comportamiento tan abrupto, tanto en nosotros mismos como en los demás. La reacción sin reflexión presta atención a lo que Ramón Bayés denomina presente-pasado (estamos en el presente, pero dándole vueltas a historias o experiencias del pasado) y presente-futuro (estamos en el presente, pero rumiando lo que puede o no puede ocurrir el futuro). Cuando se reacciona sin reflexión el presente-presente queda ausente: no contextualizamos nuestra decisión en el aquí y el ahora, centrándonos en las circunstancias que nos diferencian del antes, valorando las necesidades, recursos y apoyos que hoy tenemos… Es en el presente-presente donde tenemos capacidad para actuar, para cambiar, para mejorar. Sin embargo, una falta de madurez emocional nos llevará a pulsar el botón del pánico, creyendo equivocadamente que el miedo y los pensamientos negativos quedan liberados. Desgraciadamente, antes o después, volverán. Y cuando lo hagan, es muy posible que vengan acompañados de la culpa, el arrepentimiento, la tristeza, el anhelo por lo que puedo y no fue, la desesperanza, una fuerte sensación de fracaso. Huir no es coger las riendas de nuestra vida. Es una forma de sabotearnos, de incrementar nuestra inseguridad. Evidencia que abandonamos proyectos antes de empezarlos, limitando entonces nuestras metas y crecimiento personal.
- El pensamiento dicotómico (todo o nada). Cuando analizamos la gama de posibles resultados, somos capaces de ver muchas más posibilidades y eso nos da una mayor tranquilidad. Por ejemplo, que una pareja explore posibilidades en equipo puede ser muy liberador para la persona que tiene miedos irracionales o ansiedad. Notará que el otro está ahí, que se siente conectado con la otra persona, incluso esa conexión puede ser muy intensa cuando no hay presencia constante. Sin embargo, cuando las posibilidades se analizan exclusivamente desde la aportación individual es previsible que nos quedemos estancados o pulsemos el botón del pánico.
- La selección atencional de la información de peligro (o visión túnel). El hecho de que por motivos de trabajo o estudios una relación de pareja vaya a cambiar, pasando la vinculación a sostenerse en la distancia durante un periodo de tiempo, puede suponer una información de peligro. Cuando se pone la atención en exclusiva en este cambio, se desprecian otros aspectos de la pareja que constituyen las fortalezas de la relación y que aumentan las posibilidades de que la relación funcione en la distancia: buena comunicación, comprensión y apoyo mutuo, placer compartido, honestidad, responsabilidad afectiva, sentimientos fuertes, capacidad de organización, independencia de los miembros de la pareja, respeto del tiempo personal, del tiempo con los demás y del tiempo compartido, etc.
- La interpretación sesgada de la información ambigua. Esto se observa cuando la persona se autoengaña, convenciéndose de que la información que ha utilizado para su decisión es la correcta. Por ejemplo, una persona decide cortar una relación porque tiene dudas. Se convence de que esas dudas significan que ya no quiere a su pareja. La interpretación resulta sesgada porque verdaderamente sí quiere a su pareja. Lo que hace es mentirse a sí mismo y cree que esto es útil para evitar el sufrimiento que acarrea la sensación de fracaso, de no ser capaz de pedir ayuda para solucionar esas dudas y disfrutar plenamente del vínculo con el otro. Es decir, la persona decide transformar una verdad (tengo dudas) en una mentira que la tranquiliza (no le quiero, por tanto, no merece la pena que pida ayuda). Otro ejemplo podría ser sentirse una víctima de la situación (tener dudas) y mentirse para no responsabilizarse y buscar ayuda (no le quiero, eso es motivo de ruptura, por tanto, decido no seguir y no hacerle daño, actúo de forma coherente, así le protejo). A corto plazo, la interpretación sesgada de la información ambigua resulta adaptativa, pero a largo plazo las consecuencias pueden ser muy negativas. Creamos un personaje que no guarda relación con quienes realmente somos, con quienes nos merecemos ser. Vivir bajo la dirección de ese personaje es renunciar a nuestra esencia e integridad.
El miedo al compromiso se traduce en un miedo a la vinculación con el otro y puede tener un gran impacto en nuestra vida y relaciones. No pedir ayuda profesional puede provocar que esta situación se cronifique y nos reste autoestima, autoconfianza y vitalidad. Si este es tu caso, si te sientes identificado en alguna de estas situaciones, no dudes en demandar ayuda sexológica.